Sentidos
Fotografía tomada por Luisa Fernanda Betancur Restrepo. |
Escucho a lo lejos el ladrar de los perros que en el día están mansos y tranquilos, Pero ahora agreden con voracidad.
Un poco más cerca puedo sentir el eco de las risas juveniles, que tras horas y horas de trabajo, siguen tan vitales como cuando sus cuerpos se hallaban adornados por la cabellera dorada de quien recién despierta en el firmamento.
A mi lado sin embargo, recita el viento con recato poemas abstractos que sólo entiendo cuando mi alma entra en un estado de armonía sin fin.
En las tinieblas de la noche logran mis ojos captar con dificultad las siluetas de los bichos que al igual que yo buscaron refugio en aquel pequeño cuarto de paredes carcomidas por los años.
Una manta de seda acaricia suavemente mi piel, mientras que el sereno helado de aquella hora asignada para soñar, dormido o despierto, enfría ni nariz y poco a poco con disimulo logra congelar mis pensamientos, aunque mi corazón sigue tan caliente como aquella noche en que por primera vez conocí el mundo.
Cierro los ojos y me dejo llevar por el sabor de un pequeño chocolate que esperaba a derretirse cremoso en los labios de quien con las amarguras de la vida impregnó su boca y buscó ansioso el remedio en el dulzor inigualable de un manjar milenario.
Fotografía tomada por María Antonia Betancur Restrepo |
Entonces, siento el sonar de la vida, aquel contraste de olores que impregna sutilmente cada rincón de la habitación, el velo oscuro de la noche que da visos de plata cuando un rayo de luna logra filtrar los muros del refugio, la manta de hielo que acaricia mi existir, la dulzura que llega a mi alma desde lo insignificante, y me quedo dormida, soñando que estoy viva.
Luisa Frenanda Betancur Restrepo
Diciembre 2009
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